Dicen que ver una película de Tarantino y saber encontrarle el punto es la diferencia entre el que ama el cine y el que no. Creo que lo mismo es aplicable a la mayoria de películas del siciliano Giuseppe Tornatore, tales como «Cinema Paradiso», «1900: La leyenda del pianista del oceano», «Malena» , o la siguiente película: «El hombre de las estrellas» (1995).
Joe Vitelli (Sergio Castellito) llega a la isla de Silicia con su misteriosa furgoneta cubierta de imágenes de las estrellas de Hollywood y la cinecità italiana. Con ella se pasea pueblo a pueblo recorriendo toda la isla ofreciéndole a todo aquel que desee poder participar en un casting para los estudios cinecità a cambio de 1.500 liras. Pero Joe Vitelli jamás ha estado en Hollywood, ni en los estudios cinecità de Roma y únicamente tiene un solo rollo de película en el que graba un casting encima del anterior.
«El hombre de las estrellas» no solo habla de la historia de un timador como es Joe Vitelli, sino que también habla de la dura Italia rural de la postguerra y también sobre el propio cine. Obviamente también se nos habla de la Sicilia de aquella época en la que los mafiosos y los partisanos metidos a salteadores de caminos también tienen su lugar aunque sin llegar a hablarnos de ellos. Mostrándonos tal como hacía en «Cinema Paradiso» una Sicilia pobre, atrasada socialmente y culturalmente, donde casi todo el mundo vive practicamente de lo que siembra en sus campos. Y también las dos italias que todavía duraban en aquella epoca, la del fascismo y la del comunismo.
Pero tal vez los principales protagonistas de la película sean los propios habitantes de Sicilia, todos aquellos que buscando una oportunidad y con la ilusión de ser algún día como sus héroes y heroínas de la gran pantalla se presentan a sus castings mientras que estos se transforman en el centro de atención a medida que va de pueblo en pueblo, y en los cuales se nos muestran diferentes tipos de personajes intentando reflejar un aire cuotidiano y realista cada cual con sus inquietudes y con sus cosas a contar. Desde el hijo del cacique local que finge de una manera un histriónica un orgasmo tras que su padre le invitará a Joe Vitelli a comer la mejor comida del pueblo, la madre que se acuesta con Vitelli a cambio de que este convenza a los productores de los estudios de su talento, la del peluquero homosexual que motivado involuntariamente por Vitelli abandona su pueblo natal para buscar una vida en Roma, la típica chica guapa del pueblo que carece totalmente de talento, el típico niño travieso que canta canciones obscenas, o los hermanos tres Baladamendi, unos anarquistas que liberan a Vitelli tras asaltarlo tras explicar la historia de como murieron sus otros cinco hermanos. O incluso el jefe de la policia local (Franco Scaldati) de una de las regiones de la isla, intentado mostrar una fallida faceta de cantante de ópera y que posteriormente descubrirá las lúdicas intenciones de Vitelli.
Tambien Vitelli encuentra a personajes con increíble talento o con extrañas y melancolicas historias que contar, las cuales nos quieren mostrar que hasta la más simple de las personas tiene su talento. Como es el hecho de que un afeado y solitario pastor le explica que es para él soñar y la vida, haciendo una memorable metáfora. También la madre soltera que es acusada de ser una buscona tras acostarse con un marine americano durante la ocupación de Silicia durante la guerra, explicándonos su historia. O el misterioso viejo que viste de negro, uno de los pocos personajes al que no cobra y por el cual siente una empatia hasta descubrir que es español o al menos ha estado en España, cantando una extraña y melancólica canción republicana que habla de la Guerra Cívil. Y ante todo Beata (Tiziana Lodato), reflejo de la inocencia italiana, una joven que vive en un convento que se gana la vida limpiando casas y mostrándole sus senos a los más variopintos personajes. Una chica bella pero un bastante cazurra e inocentona que se enamorará de Vitelli y le seguirá tras la promesa de que este podría transformarla en una estrella, pero para el gañan de Vitelli Beata no deja más que ser un estorbo en su cometido de estafar a toda la buena gente, a pesar de que en algunos momentos se siente culpable por aprovecharse de la buena conciencia de la joven. Obviamente durante el tramo final poco a poco Vitelli va recibiendo su merecido por diferentes flancos, e incluso harán que busque la redención, tras despreciar y asquearse de la sencilla, pero honrada (en su gran mayoria) gente de Sicilia.
La película a pesar de tener a Vitelli como protagonista, en la mayoría de su metraje se transforma en un espectador mientras observa a todas las personas que se presentan a sus castings. En algunas escenas también se nos habla del cine de la época cuando explica como conoció a las grandes estrellas italianas y americanas de la época, o mientras le explica a un chico como funciona el equipo de imagen y sonido, o cuando le explica a un grupo de muchachas como deben maquillarse y como deben de colocarse ante los focos para mostrarse más fotogénicas.
También cabe destacar la maravillosa banda sonora del siempre magistral Ennio Morricone. En fin, la película en si es una pequeña joya del gran Tornatore, tal vez no sea tan emotiva como «Cinema Paradiso», pero sí que gustará a aquellos que simplemente aman el cine.
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