El mítico director japonés, Akira Kurosawa (1910-1998) se ha ganado con el tiempo, merecidamente, un lugar entre los más grandes directores de todos los tiempos. Nadie como él para mostrar la miseria y la dualidad ética en la que nos movemos constantemente los seres humanos. Tratando temas tan amplios como el poder y la ambición, la amistad, la muerte y el sentido de la vida, la miseria, el temor a la hecatombe nuclear… ha cosechado una colección de grandísimas películas. Desde Ran (con un tratamiento del color espectacular), Vivir (precursora de películas como American beauty), Kagemusha (con una puesta en escena majestuosa), El trono de sangre (espectacular adaptación de McBeth de Shakespeare en el japón medieval), Dersú Uzala (preciosa y emotiva historia de amistad) y Rashomon (película hipnotica y misteriosa que nos habla de manera aplastante de la dualidad ética del ser humano). Pero hoy quiero hablaros de la que es, muy posiblemente, su película más emblemática: Los siete samurais.
Los siete Samurais narra la historia de un grupo de campesinos, que hartos de sufrir los ataques de una banda de ladrones, decide contratar los servicios de un grupo de Samurais para que les protejan, a cambio tan solo de cobijo y comida.
Con un sentido narrativo ejemplar, y esa violencia estilizada tan característica del cine de Kurosawa, Los siete Samurais ha quedado para los anales de la historia del cine como una de las más grandes películas-espectáculo de la historia, tan imponente que deja en bragas a todas las películas de aventuras de la actualidad. Una de esas raras y unicas obras en las sientes que todas las escenas tienen algo importante que contarte, que hay un verdadero artista y narrador detrás de la cámara, que te regala unos encuadres tan maravillosos que no te dejan despegarte ni un momento de la pantalla.
En el primer visionado asistimos a un espectáculo de primer orden, donde todo queda eclipsado ante la asombrosa capacidad de Kurosawa para imprimir un carácter épico y sumamente intenso a todos los elementos que conforman la historia. Así pues asistimos primero a la búsqueda incesante de los campesinos por encontrar a siete samurais que les protejan de los bandidos. En una segunda etapa, contemplamos la planificación y preparación de la defensa de la aldea de los campesinos, y como estos se entrenan a las ordenes de un inspirado Takashi Shimura como cabecilla de los samurais. En la parte final visionamos, atónitos y con el alma en un puño, la impresionante batalla final, ejemplar en cuanto a planificación y estilo, rodada bajo una intensa lluvia, que dota a toda la escena de una épica y dramatismo sin igual.
Pero lo verdaderamente imponente, y después de más de 3 horas de película, llega al final. Y tan solo en una frase, pronunciada por uno de los personajes principales. No voy a desvelar qué frase es, para no fastidiar a los que no la hayan visto, solo decir que esa frase, pronunciada justo al final, y de la manera que es pronunciada, dota de una nueva intensidad al conjunto de la película. Esa frase tan tonta e insignificante en realidad, nos obliga a revisionar la película entera, que ahora adquiere en todas sus escenas nuevos matices y una profundidad dramática sencillamente demoledora. No es una simple película de aventuras lo que hemos visto, es algo mucho más profundo y conmovedor, la decadencia nostálgica de la figura del samurai, el sacrificio inútil que han realizado, la derrota final de un mundo que se desvanece, regido por un honor y un sentido del deber que ya nadie parece valorar.
Ese final, triste y crepuscular, tiene claras reminiscencias del cine de John Ford, director al que Kurosawa idolatraba, especialmente de la que para mi es su mejor obra, «El hombre que mató a Liberty Valance» western de indecible amargura y melancolía y que también describe esa pérdida del sentido del honor y el paso a un nuevo mundo con otras reglas y otros códigos. De hecho, Los siete samurais parece en ocasiones un western de John Ford, y no es de extrañar pues que en 1960 se rodara en Hollywood un western inspirado en la película de Kurosawa, con el nombre de «Los siete magníficos».
Hay muchos prejuicios entre la juventud respecto al cine antiguo, pero Kurosawa es uno de esos directores que los rompen todos, porque su cine sigue siendo vigente hoy en día. Unió lo mejor del cine occidental (aspectos del western de John Ford y del cine negro) con lo mejor del cine japonés (el lirismo y poesía de autores como Mizoguchi u Ozu).
Fue esta extraña y peculiar relación entre dos mundos tan distintos lo que originó las grandes críticas hacia Kurosawa, acusado de ser «el más occidental de los directores orientales». Sin embargo el tiempo ha puesto a cada uno en su lugar, a los críticos en el olvido, a Kurosawa como uno de los más grandes, y a «Los siete Samurais» como un imponente, impresionante, majestuoso ejemplo de como aunar el cine comercial y el artístico.
Imprescindible, única e irrepetible, una fija en todas las listas de las mejores películas de la historia, imborrable en nuestras retinas y en nuestra memoria.
mayo 30, 2007 a las 8:55 pm |
Una de mis películas favoritas. Sus más de tres horas se pasan en un suspiro y la película no solo narra las vivencias de los siete samurais (por cierto, personajes muy bien construidos y con carácteres muy diferenciados) sino las vivencias del pueblo más humilde mostrándonos las vivencias de ambos de forma realista y creible, sin caer en el heroismo y la epica barata. Es quizás la película de samurais (y tal vez la película de epoca) más realista y que se haya rodado nunca.
mayo 31, 2007 a las 12:07 am |
Y es una de las primeras pelis orientales de las que se acaba haciendo un remake más famoso (y bastante peor) que el original.
Buena peli, pero me quedo con sus obras más personales, de Vivir hasta la no muy conocida El infierno del odio, es modernísima para ser del año 60, si no la habéis visto os la recomiendo.
Sólo una cosilla, no te perdono que no hayas nombrado al siempre estupendo Toshiro Mifune 😛
mayo 31, 2007 a las 9:58 am |
Kurosawa es al cine lo que el aire a los pulmones.
El Emperador del cine japonés es el creador de un tipo de cine espectacularmente atractivo. Pues, por un lado crea grandes obras como Los Siete Samirái o Ran(confirmo las alabanzas sobre el color) pero por otro lado también experimenta con cosas más personales como las ganas de aprovechar el tiempo ante una situación terminal: Vivir (con gran papel de Takashi Shimura), o como muy bien ha dicho La Marie, El Infierno del Odio que es una immensa película dónde podemos observar la denuncia social y la maestría del director nipón para rodar cine negro.
No quiero alargarme más, pero debo comentar Dersu Uzala. Recordemos antes de nada, que está película la rodó después del intento de suicidio y con dinero de la URSS. Resalto esto para que nos demos cuenta de lo profundamente qeu vivía el cine el maestro ya que nunca había rodado fuera de Japón y su intento de suicidio fue por el declive la indusitria cinematográfica japonesa. Sobre la película en sí, ¿qué se puede decir?: Una obra maestra del humanismo dónde encontramos la franqueza del cazador mongol que viviendo en la Tundra Siberiana es más honesto que qualquier otro hombre de ciudad. También vemos la gran amistad que crece entre el soldado ruso de mayor graduación y Dersu. Un final apabullantemenete emocionante.
Saludos! (especialmente a Bocasucia y Khendel, ens veiem per la uni!)